EL PORTERO DEL PROSTÍBULO
No había en el pueblo peor trabajo que ser portero del prostíbulo. ¿Pero qué otra cosa podría hacer aquel hombre? El hecho es que nunca había aprendido como leer ni escribir, no tenía ninguna otra actividad u ocupación. Un día, entró como gerente del burdel un joven lleno de ideas, creativo y emprendedor, que decidió modernizar el lugar. Hizo cambios y llamó a los empleados para dar las nuevas instrucciones.
Al portero le dijo:
A su regreso, un vecino llamó a su puerta:
A su regreso, otro vecino lo esperaba en la puerta de su hogar:
Si esto es así, muchos requerirán de él para viajar y traer herramientas. En el próximo viaje, arriesgó un poco más de dinero, trayendo más herramientas de las que había vendido. De hecho, podría economizar un poco de tiempo en los viajes. La noticia comenzó a esparcirse por el pueblo y muchos, queriendo economizar el viaje, hacían encomiendas.
Ahora, como vendedor de herramientas, una vez por semana viajaba y traía lo que necesitaban sus clientes
Con el tiempo, alquiló un galpón para almacenar las herramientas y unos meses más tarde, se compró una vitrina y un escaparate y transformó el galpón en la primera ferretería en el pueblo. Todos estaban contentos y compraban allí. Ya no viajaba, los fabricantes le enviaban los pedidos. Él era un buen revendedor. Con el tiempo, la gente de los pueblos cercanos preferían comprar en la ferretería, que tener que gastar días en viajes.
Un día se acordó de un amigo suyo que era tornero y herrero y pensó que él podría fabricar las cabezas de los martillos. Y entonces, por qué no, los destornilladores, los pinzas, los cortadores, etc... Y después estaban los clavos y los tornillos... En pocos años, se convirtió, con su trabajo, en un fabricante de herramientas rico y próspero. Un día decidió donar una escuela al pueblo. En ella, además de la lectura y la escritura, los niños aprendían algún oficio.
En el día de la inauguración de la escuela, el alcalde le entregó las llaves de la ciudad, lo abrazó y le dijo:
Al portero le dijo:
- A partir de hoy, usted, además de estar en la entrada, va a preparar un informe semanal donde registrará la cantidad de personas que entran y sus comentarios y quejas sobre los servicios.
- Yo adoraría hacer eso, señor, balbuceó. - Pero no sé leer ni escribir.
- ¡Ah! ¡Cuanto lo siento! Pero si es así, ya no puede seguir trabajando aquí.
- Pero sr, no puede despedirme, he trabajado en esto mi vida entera, no sé hacer otra cosa.
- Mire, lo entiendo, pero no puedo hacer nada por usted. Le daremos una buena indemnización y espero que encuentre algo que hacer. Lo siento y que tenga suerte.
A su regreso, un vecino llamó a su puerta:
- Vengo a preguntar si tiene un martillo para prestarme.
- Sí, acabo de comprarlo, pero lo necesito para trabajar, ya que...
- Bueno, pero yo se lo devolveré mañana muy temprano.
- Si es así, está bien.
- Mire, yo todavía necesito el martillo. ¿Por qué no me lo vende?
- No, lo necesito para trabajar y además, la ferretería más cercana está a un viaje de dos días, en mula.
- Vamos a hacer un trato - dijo el vecino.
A su regreso, otro vecino lo esperaba en la puerta de su hogar:
- Hola, vecino. Usted vendió un martillo a nuestro amigo.
Si esto es así, muchos requerirán de él para viajar y traer herramientas. En el próximo viaje, arriesgó un poco más de dinero, trayendo más herramientas de las que había vendido. De hecho, podría economizar un poco de tiempo en los viajes. La noticia comenzó a esparcirse por el pueblo y muchos, queriendo economizar el viaje, hacían encomiendas.
Ahora, como vendedor de herramientas, una vez por semana viajaba y traía lo que necesitaban sus clientes
Con el tiempo, alquiló un galpón para almacenar las herramientas y unos meses más tarde, se compró una vitrina y un escaparate y transformó el galpón en la primera ferretería en el pueblo. Todos estaban contentos y compraban allí. Ya no viajaba, los fabricantes le enviaban los pedidos. Él era un buen revendedor. Con el tiempo, la gente de los pueblos cercanos preferían comprar en la ferretería, que tener que gastar días en viajes.
Un día se acordó de un amigo suyo que era tornero y herrero y pensó que él podría fabricar las cabezas de los martillos. Y entonces, por qué no, los destornilladores, los pinzas, los cortadores, etc... Y después estaban los clavos y los tornillos... En pocos años, se convirtió, con su trabajo, en un fabricante de herramientas rico y próspero. Un día decidió donar una escuela al pueblo. En ella, además de la lectura y la escritura, los niños aprendían algún oficio.
En el día de la inauguración de la escuela, el alcalde le entregó las llaves de la ciudad, lo abrazó y le dijo:
- Es con gran orgullo y gratitud que le pedimos que nos conceda el honor de poner su firma en la primera página del libro de actas de esta nueva escuela.
- El honor sería mío, dijo el hombre. Sería una cosa que me daría mucho gusto, firmar ese libro, pero no sé leer ni escribir, soy analfabeta.
- ¿Usted? Dijo incrédulo el alcalde. ¿Construyó un imperio industrial sin saber leer ni escribir? ¡Esto es increíble! Y le preguntó:
- ¿Qué hubiera sido de usted si supiese leer y escribir?
- Eso lo puedo contestar, el hombre dijo con calma: - Si yo supiese leer y escribir... seguiría siendo el PORTERO DEL PROSTÍBULO.
Las oportunidades son vistas como adversidades.
Las adversidades pueden ser bendiciones.
Las crisis están llenas de oportunidades.
Las adversidades pueden ser bendiciones.
Las crisis están llenas de oportunidades.
Si alguien le bloquea la puerta, no gaste energía en la confrontación, busque las ventanas.
Recuerde la sabiduría del agua: “El agua nunca discute con sus obstáculos, sino que los rodea”.
Que su vida sea llena de victorias, no importa si son grandes o pequeñas, lo importante es celebrar cada una de ellas.
Recuerde la sabiduría del agua: “El agua nunca discute con sus obstáculos, sino que los rodea”.
Que su vida sea llena de victorias, no importa si son grandes o pequeñas, lo importante es celebrar cada una de ellas.
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